Reseña del concierto de LOVE OF LESBIAN, EL COLUMPIO ASESINO, DJ MAN
POP
Sábado 17 de noviembre, Pabellón Multiusos, Cáceres
Love of Lesbian son grandes. En
sus conciertos ya no necesitan entregarse en cuerpo y alma para estremecer a su
público, porque a su público le tiembla el corazón mucho antes de que suene el
primer acorde. Aún así la entrega fue total en su primera visita a Cáceres en
un concierto compartido con El Columpio Asesino y organizado por la Asociación
Cultural Avuelapluma.
Comenzaron los navarros. Cargados de
guitarras y actitud para hacernos bailar toda la noche, dieron un repaso a los
temas más intensos de sus últimos discos, sin olvidarse del explotado y
efectivo “Toro”. Los galardonados con cinco Premios de la Música Independiente de
este año (entre ellos mejor directo), vibraron en el escenario cacereño más que
ningún alma en una fría cancha de baloncesto que no llegaba ni de lejos a la
mitad de su aforo. La carencia de una figura de cantante líder la suple con
creces la energía vocal de Álvaro Arizaleta desde esa batería que ametralla con
una precisión pasmosa, pero sobre todo el aura de sensualidad con la que
Cristina Martínez se estremece, acaricia y desgarra su Telecaster desde el
centro de la escena y que a mí, personalmente, me dejó embobado en más de un
tema. Sin embargo, su propuesta no acabó de cuajar del todo como en otras
ocasiones, básicamente por dos razones: la excesiva reverberación del Pabellón
Multiusos (inapropiado para un directo basado en un sonido atmosférico y que, salvo
en las primeras filas, resultaba bastante opaco y difuso) y la impaciencia de
los lesbianitas por ver sobre el
escenario a su grupo favorito (el fanatismo es lo que tiene, ciega en todos los
ámbitos, incluido el musical).
En el intervalo entre los dos grupos, Dj
Man Pop se encargó de amenizar el ambiente hasta que a las 00:30, con
puntualidad kantiana, unas barras de luz roja en la oscuridad del escenario anunciaban
el momento más esperado. “La noche eterna” abrió el telón como presagio de una
noche intensa (2h y 15 min de concierto, veinticinco canciones) para deleite de
los casi dos mil asistentes al recinto que corearon al unísono cada frase desde
el principio.
El recital tuvo tres partes bien
diferenciadas por su cadencia. En la primera, la más larga, intercalaron los
temas más redondos de su último disco, La
noche eterna. Los días no vividos (“Belice”, “El hambre invisible”, “Los
seres únicos”), con los clásicos más esperados (“Donde solíamos gritar”, “Segundo
asalto”, “1999”) y con sorpresas como “La niña imantada”, “Los colores de una
sombra” o la hermosísima “Domingo astromántico”, con la que nos pusieron los
pelos de punta a más de uno. Hay que decir que no todas las sorpresas
funcionaron (“Si salimos de esta”, uno de los temas más flojos de su último
disco, no entró ni con calzador a pesar de hacer una oportunista y forzada
referencia a la crisis económica), pero la evidencia es que, a día de hoy, su
propuesta resulta una fórmula infalible gracias a un vasto repertorio en el que
cuentan con muy pocas fisuras. A destacar también en esta parte el swing de
“Pizzigatos” por ser la primera vez que la interpretan en directo, y sobre todo
la grandiosa “Wio”, exquisito retrato de la incomunicación urbana y el insomnio
radiofónico cuya atmósfera de misterio han sabido llevar muy bien al directo
con Theremín incluido para la ocasión.
La segunda parte fue una perfecta traca
final de siete temas antes del bis con la que pusieron a saltar a todo el mundo
durante más de media hora, desde la siempre efectiva “Las malas lenguas” hasta
la divertidísima “Los toros en la Wii”, pasando por “Nadie por las calles”, uno
de los mejores temas no solo de su último disco sino de todo su repertorio y
que seguro se convertirá en un clásico de sus conciertos; “Me amo”, “Club de
fan s de John Boy”, en la que Santi se abrazó una vez más al público hasta ser
engullido por la masa; “Algunas plantas”, perla final de anteriores giras en
las que se limitaban a darle al play marcándose una coreografía y que en esta
ocasión la han rescatado para hacerla en vivo cambiando las risas por la locura
colectiva; y “Si tú me dices Ben, yo digo Affleck”, con videoclip recién
estrenado (en el que se han pasado de rosca con el LSD en la tortilla), fue el
punto álgido de la noche con un memorable Balmes reinona de la pista, bailando (por
decirlo de alguna manera) con una ristra de sujetadores colgando de su cuello.
Tras los gritos entusiastas de la comunión
final de ”Toros en la Wii” (“fantásticoooooo, parapaparaparapa”), el grupo
catalán se despidió con intención manifiesta de volver para un último asalto, y
es aquí donde creemos que el show no estuvo muy acertado. La tercera parte fue
anunciada como el adelanto de un nuevo formato de conciertos para salas, quizás
más intimista, un formato que no nos queremos perder y en el que seguro que
vuelven a sacudirnos la fibra, pero que quizás estaba fuera de lugar para
acabar este concierto, sobre todo después de la media hora anterior en el que habían
dejado al público más que excitado. Tres canciones para un bis cargado de
melancolía: “Brindemos por los días no vividos”, nos invitó Balmes al final de
dicho tema logrando por última vez en el concierto esa conexión tan especial
entre el grupo y su público. Le siguió “La parábola del tonto”, hermosa canción
de su segundo disco en castellano, y como broche, la sobrevalorada “Oniria e
Insomnia”, tedioso y soso tema que baja el nivel de su último disco y que,
insistimos, no nos parece ni de lejos el más eficaz para cerrar un recital
sobresaliente, sobre todo si para ello dejan de tocar el enorme “Incendios de
nieve”, quizás la omisión que los presentes echaron más en falta.
Finalizado el concierto quisimos recoger
la impresión de algunos de los asistentes. “¡Me ha encantado! Aunque me ha
faltado Incendios de nieve, mi
favorita”, nos contaba Esther. Por su parte, Lucía quiso destacar las canciones
inesperadas: “Soy muy fan de LOL, los he visto ya tres veces y me ha
sorprendido mucho el repertorio. El final no me ha gustado, me ha parecido muy
lento”. Otro fan nos comentaba entusiasmado: “¡Me llevo la baqueta del batería!
Dos horas y cuarto de Love of Lesbian en estado puro, entregados al público
como siempre. ¡Brindemos por los días no vividos!”. Seguro que, como nos ocurrió a todos en algún
momento, muchos escépticos se acercarían esa noche invitados por algún amigo
fan y acabarían como el protagonista de John Boy (“…y ahora ya soy, y ahora ya,
ya lo soy”).
Gran concierto de un grupo grande que da
siempre lo mejor de sí, un grupo que disfruta en el escenario con el entusiasmo
de unos novatos, pero con el bagaje de los que saben de qué va esto. Un grupo
que podría alcanzar la perfección absoluta en sus conciertos y el aplauso fácil
tirando solamente de sus innumerables hits, pero que prefiere (además) buscar
la chispa del asombro con su consiguiente riesgo. Y eso les hace aún más
grandes. Un grupazo.
Crónica: Jose A. Perera
Fotos. Gemma Guerra.
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