BUNBURY - "Palosanto" (2013)
"Palosanto" |
Desde que Bunbury
editara con Héroes del Silencio el eterno “El mar no cesa” en 1988, he estado
sentado en la primera fila de su particular teatro ambulante. Esa rabia amable,
esa forma de llorar cantando tan solemne y a la vez tan familiar, definió la adolescencia
de muchos chavales de mi generación. En su tragedia cabaretera él es el único
actor y a su vez, el espectador más entusiasmado. Por eso, para sentir las
canciones de Héroes había que identificarse con el personaje: el que no se
identificaba lo detestó, y los que sí, deliramos hasta el éxtasis con su
función en un ejercicio de empatía emocional extrema. Pero claro, la
adolescencia pasó y ya no necesitamos héroes que nos digan qué sentir. No
queremos ídolos, solo queremos canciones. Y en eso nuestro héroe hacía tiempo
que no andaba muy fino.
La obra magna de
Bunbury en solitario se llamó Flamingos y se editó en 2002. Hace ya 11 años.
Luego vino El viaje a ninguna parte (2004), que aunque fue un buen disco,
también supuso el principio de su peor etapa como compositor. A partir de
entonces se abrió definitivamente al rock y el folklore hispanoamericano y su
cante se volvió más dylaniano, o sea, con melodías más renegadas y menos
trabajadas. A mi modo de ver, se perdió en ejercicios de estilo y abandonó su
parte más creativa (algo muy parecido le ocurrió a Calamaro tras El Salmón). En
la última década sus canciones parecen más las de un músico que mata el domingo
chapurreando con su guitarra melodías improvisadas, y eso, interpretado como si
le fuera la vida en ello, puede sonar muy chirriante.
Sin embargo y por
suerte, en “Palosanto” (Warner, 2013), su octavo disco en solitario, Bunbury ha
vuelto a hacer un disco emocionante, porque ha vuelto a hacer canciones. Ahora
todo tiene más sentido: las letras, que giran en torno a la necesidad de un
cambio social radical, se desarrollan con mucha credibilidad, sin tópicos
incómodos, moviéndose con naturalidad desde una clara combatividad hacia una
reflexividad más íntima y honesta;Los santos inocentes, la banda que le
acompaña, suena más compacta que nunca y los arreglos tienen tanta efectividad
que no se ven; las influencias americanas ya no son gratuitas; la voz, madura
en barrica de roble ha ganado notablemente en matices; y las melodías… digamos
que no han sido compuestas en domingo.
“Despierta”, el
primer single, pese a contar en su estribillo con un juego de acordes muy
interesante, se encuentra a mi juicio entre los temas más flojos del disco.
Representa no obstante una buena pista para intuir por dónde van los tiros de
Palosanto. De las 15 canciones
destacamos la luminosa “Más alto que nosotros solo el cielo”; el trallazo donde estalla para cargarse de
forma explícita a la calaña en “Destrucción masiva” (“Es mejor que no te
detengas, he decidido acabar contigo”); “Mar de dudas”, posiblemente la melodía
más excelente del álbum; “Nostalgias imperiales”, una retrato del panorama
desolado en el que sobrevivimos y uno de los momentos más emotivos con un texto
soberbio (“Bajo este cielo peregrino y de puro aburrimiento las especies congregadas
decidimos subsistir”); y mis dos favoritas: “Los inmortales”, un canto épico
que invita a olvidar a esos mártires (bajo tierra) que nos inspiran para
ponernos en pie, un tema simple y vibrante, hinchado de inspiración; y la
hermosa “El cambio y la celebración”, la crisis como una oportunidad para el
progreso (el verdadero, el personal), el cambio como un punto de luz
independiente del resultado (di que sí, cualquier cosa es mejor que esto),
lento y fluido, calmado pero con paso firme, acunada por una orquesta sinfónica
que nos deja un poso de esperanza.
La producción, a
cargo del propio Bunbury, se vuelca en que las canciones suenen vivas, ya sea a
través de las pinceladas de un coro góspel, unos synthes muy bien integrados o
esa mencionada banda que parece entender a la perfección las ideas del jefe, de
la que destacamos la batería de Ramón Gacias, que además de riqueza rítmica
aporta una sonoridad orgánica que le da un plus al disco.
Sigue sin haber
temazos a la altura de “Lady blue”, pero hay momentos en los que se acerca y,
teniendo en cuenta lo lejos que estaba, el balance de Palosanto es muy
positivo. El Rapahel del rock español tiene tan curtida su faceta como
intérprete, es tan indiscutible su originalidad y es tan adorada esa personalidad
que tan grande le ha hecho en medio mundo, que lo único que necesita para
seguir dejando canciones inmortales en nuestra memoria cultural es ponerse a
componer el lunes por la mañana (entiéndaseme la metáfora).
Redacción: José A. Perera
(Imussic / Minijack Magazin)
“El verdadero cambio sólo es posible en un círculo mínimo de amistad o de pareja, la validez y actualidad de la cosmogonía indígena, y la conclusión final de que el verdadero cambio empieza y acaba en uno mismo y que todo cambio, o es verdaderamente espiritual, o no lo es.”
Enrique Bunbury